Cinco minutos de paz, Jill Murphy. Kalandraka, 2016


Esta es una de esas historias que no tengo muy claro si se dirigen más a los pequeños de la casa o a los adultos que se la van a leer antes de dormir, porque creo que a estos últimos les va a costar no sentirse inmediatamente identificados con Mamá Grande, que solo quiere cinco minutos (¡cinco minutos!) de tranquilidad.

Porque seamos sinceros (sin ánimo de ofender a nadie ni de crear debate al respecto): los niños son algo absolutamente maravilloso y revolucionan nuestro mundo de una manera indescriptible, pero también, sobre todo en los primeros años, nos dejan poco tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. Tal es así, que hasta un placer tan cotidiano, tan sencillo y a la vez tan necesario como disfrutar tranquilamente de una taza de té bien caliente se convierte en algo así como una especie de carrera de obstáculos (el que lo haya probado lo sabe…).

Pero claro, los niños demandan mucha atención, ¡necesitan mucha atención!, quieren leernos su libro, interpretarnos su canción y hasta nos ofrecen sus propios juguetes con la mejor de las intenciones. Por eso resulta tan complicado explicarles que, a veces, los padres necesitan un ratito a solas, aunque para ello tengan que hacer algo tan «raro» como encerrarse en el cuarto de baño.

Cinco minutos de paz, publicado originalmente en 1986 y recuperado por Kalandraka en 2016 coincidiendo con su 30º aniversario, muestra a través de unas entrañables ilustraciones las escenas cotidianas de un día cualquiera de la que podría ser una familia cualquiera. Son dibujos minuciosos en los detalles que presentan a los elefantes tan bellamente humanizados que uno casi olvida que lo son, por lo que resulta aún más fácil sentirse rápidamente identificado con esta mamá que lo único que quiere es tener un momento para ella sola y beber su té.

Los hijos demandan toda la atención de sus padres porque son su referencia, su lugar seguro, y esa demanda a veces consume todo el tiempo libre de los progenitores. Jill Murphy puso el foco en esta necesidad tan natural como difícil de explicar, tan particular como universal, en esta tierna y atemporal historia.

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